Una brecha que va creciendo
Los menores inmigrantes ingresados en el centro Zabaltzen rechazan el nuevo proyecto de la Diputación
La brecha entre los menores inmigrantes residentes en el centro de acogida Zabaltzen, en Vitoria, y los educadores que deben orientarles parece cada vez más grande. Los jóvenes se encontraron el pasado martes con que un nuevo equipo va a empezar a gestionar el centro poniendo “orden” y con un nuevo proyecto educativo, en palabras de la diputada alavesa de Asuntos Sociales, Covadonga Solaguren. Es un proyecto que los chavales no terminan de entender. “A mí nadie me ha explicado nada del nuevo proyecto”, cuenta por teléfono a EL PAÍS uno de ellos. “De repente, han llegado unos tipos nuevos que le han pegado a dos chavales y nos han prohibido fumar. Nunca antes nos había pegado un educador. Puede que la próxima vez me toque a mí”, resalta.
A los menores no les gustan sus nuevos monitores. El verbo “gustar” se queda corto para muchas de las cosas que cuentan. La Diputación resta credibilidad a los testimonios de los menores y achaca su reacción al cambio de proyecto educativo, que está en el origen de la rebelión del pasado viernes. La mayoría de los 38 menores residentes en este centro, previsto inicialmente para sólo 12, protestaron por el cambio con pancartas con textos como “Diputación, queremos educadores, no matones”. Tuvo que intervenir la Policía Municipal.
Muchos de los jóvenes, ya de por sí desorientados en un país del que a menudo desconocen el idioma, dejaron claro ayer en conversación telefónica la creciente brecha que les separa del nuevo equipo, que sigue la consigna de Solaguren: ofrecer una educación “integradora”, pero con mayor “control y vigilancia”. “Hace cinco días que no dormimos bien. Tenemos miedo, en serio”, explicaba otro menor. La Diputación declinó dar más detalles de su nuevo proyecto, alegando que la diputada comparecerá ante las Juntas el próximo 2 de julio.
El cambio de gestión se debe a que la Congregación de los Salesianos renunció por divergencias con el proyecto del nuevo centro al que serán trasladados los menores, sito en la calle San Ignacio de Loyola, en el barrio vitoriano de Coronación. “Llevábamos cinco años con estos chavales y nunca había pasado algo así. Algo habrá cambiado”, señala un educador veterano, quien aclara que muchos de ellos siguen vinculados al centro, pero llevan meses de baja, tras haber denunciado en varias ocasiones la situación de hacinamiento que viven los jóvenes. “Estos chicos necesitan mano dura y muchísimo cariño. Viven en unas condiciones indignas”, añadió este educador.
A los menores no les gustan sus nuevos monitores. El verbo “gustar” se queda corto para muchas de las cosas que cuentan. La Diputación resta credibilidad a los testimonios de los menores y achaca su reacción al cambio de proyecto educativo, que está en el origen de la rebelión del pasado viernes. La mayoría de los 38 menores residentes en este centro, previsto inicialmente para sólo 12, protestaron por el cambio con pancartas con textos como “Diputación, queremos educadores, no matones”. Tuvo que intervenir la Policía Municipal.
Muchos de los jóvenes, ya de por sí desorientados en un país del que a menudo desconocen el idioma, dejaron claro ayer en conversación telefónica la creciente brecha que les separa del nuevo equipo, que sigue la consigna de Solaguren: ofrecer una educación “integradora”, pero con mayor “control y vigilancia”. “Hace cinco días que no dormimos bien. Tenemos miedo, en serio”, explicaba otro menor. La Diputación declinó dar más detalles de su nuevo proyecto, alegando que la diputada comparecerá ante las Juntas el próximo 2 de julio.
El cambio de gestión se debe a que la Congregación de los Salesianos renunció por divergencias con el proyecto del nuevo centro al que serán trasladados los menores, sito en la calle San Ignacio de Loyola, en el barrio vitoriano de Coronación. “Llevábamos cinco años con estos chavales y nunca había pasado algo así. Algo habrá cambiado”, señala un educador veterano, quien aclara que muchos de ellos siguen vinculados al centro, pero llevan meses de baja, tras haber denunciado en varias ocasiones la situación de hacinamiento que viven los jóvenes. “Estos chicos necesitan mano dura y muchísimo cariño. Viven en unas condiciones indignas”, añadió este educador.
PUBLICADO EN El País, KARIM ASRY, 2008-06-17
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