7/1/08

Alternativas para salir de las calles

El País, JUNE FERNÁNDEZ, 2008-01-07
Unos 400 menores inmigrantes que han llegado solos a Euskadi son atendidos actualmente en los centros de acogida vascos, más de la mitad en Vizcaya. Estos centros cubren apenas sus necesidades básicas, lo que les obliga a matar las largas horas de su tiempo libre deambulando por las calles. Cuando cumplen 18 años, se han de enfrentar solos a la necesidad de conseguir trabajo y documentación para escapar de la exclusión social. La asociación de inmigrantes marroquíes Azraf inauguró en diciembre pasado un punto de encuentro en Bilbao en el que organiza actividades de ocio saludable para ellos como alternativa a las conductas de riesgo.
Cuarenta jóvenes de 16 a 25 años frecuentan el local Ksar Bilbo, en la calle Lamana, en San Francisco, el céntrico y más multicultural barrio de la capital vizcaína. “Aquí están mejor que en la calle”, subraya uno de los educadores, Halim Ziani. El local tiene televisión, ordenadores con acceso a Internet (lo más solicitado), biblioteca o hemeroteca. Los educadores informan a los muchachos sobre propuestas de ocio y cultura a su alcance y organizan exposiciones, espectáculos, excursiones y talleres de cocina, danza o artesanía.
Ksar es un local diáfano y funcional. Recién estrenado, aún resulta impersonal, a falta de que el ajetreo de las actividades le den calidez y color. Sin apenas adornos, en la entrada cuenta con una mesa y sillas a modo de sala de estar y un escritorio para el educador al que le sigue un espacio con cuatro ordenadores. Al fondo, se ensancha con estanterías con periódicos y libros, un gran televisor y una zona de cocina en que los jóvenes se preparan el té, pican dulces árabes y realizan talleres.
Los ménores y jóvenes no acompañados forman el colectivo más vulnerable de la comunidad inmigrante. El último informe del Ararteko destaca que las instituciones aún no les atienden correctamente: advierte falta de coordinación, recursos materiales y humanos deficientes, ausencia de respuestas educativas y prestaciones sanitarias.
Los hombres marroquíes suponen en Vizcaya el 90% de ese colectivo por la cercanía, pobreza y tradición migratoria que caracterizan al país norteafricano. En Álava y Guipúzcoa, los jóvenes de todo el Magreb son el 80% de los menores no acompañados. Cruzan la frontera en patera o en los bajos de camiones y luego se trasladan a las provincias en que esperan conseguir trabajo y papeles. Cuando los servicios sociales o la policía les identifican, les hacen una prueba de edad que determinará su futuro. Si el joven es mayor de edad, tendrá que buscarse la vida solo; si es menor, se le deriva a un centro de acogida.
Los centros de menores no abordan un proyecto educativo integral, critica el Ararteko. Peio Aierbe, miembro de Sos Racismo, apunta que la escasez de educadores y las condiciones precarias en que trabajan para recortar gastos impiden que los menores reciban una atención directa y personalizada. Por ello, tienen muchas horas de ocio que no saben cómo cubrir, lo que les expone a caer en conductas de riesgo, como consumir drogas. Ante esa realidad, Azraf les ofrece propuestas culturales y deportivas en un entorno amable.
Debido a las dificultades con el idioma y el temor a ser rechazados, los jóvenes se suelen relacionar sólo con sus compatriotas. Por ello, Ziani apunta que organizarán salidas y partidos de fútbol con los que promover que conozcan a chicos autóctonos. La convivencia contribuirá a disipar el prejuicio de que los inmigrantes resultan conflictivos y no quieren integrarse.
Debido a ese estereotipo, los centros de acogida suscitan un rechazo social cada vez mayor, señala con preocupación el Ararteko. Aierbe defiende que “si las instituciones atienden bien a los jóvenes, éstos no se meten en líos”. Propone también propiciar que utilicen los recursos de ocio municipales para no quedar apartados de la comunidad.

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