4/11/07

«Muchos menores inmigrantes sufren la presión de sus familias para que les envíen dinero»

ENTREVISTA A HATIM ATABI EDUCADOR DE MENORES EXTRANJEROS EN GIPUZKOA
Marroquí de nacimiento, su reto es cambiar la mala imagen de los acogidos
Aunque no lo admita, no es un educador social más a cargo de los menores extranjeros no acompañados tutelados por la Diputación de Gipuzkoa. Hatim Atabi, marroquí de 28 años, trata a diario con menores llegados de su mismo país de origen «en busca de un futuro mejor». Nadie como él conoce su situación y la «presión» a la que son sometidos «por sus familias» para que envíen dinero a casa. A su labor de educador añade la de mediador intercultural de «forma extraoficial» y, entre otras funciones, se ocupa de contactar con los familiares de origen. Su «reto» es cambiar la mala imagen del colectivo de menores inmigrantes.
- ¿De dónde procede la mayoría de los menores extranjeros? Del norte de Marruecos, de Tánger. Casualidad, yo también soy de allí.
- ¿Qué buscan cuando vienen aquí? Algunos vienen debajo de camiones. Se juegan la vida para encontrar una vida mejor. Hablar de lo que buscan es hablar de movimientos migratorios, de personas con realidades y necesidades heterogéneas. Buscan un futuro mejor para ellos y para sus familias.
- ¿Trabajo? Sí, encontrar trabajo para ganar dinero aquí y enviarlo después a casa. Aquí son menores, pero vienen con una responsabilidad y proyecto migratorio de adulto. La familia les llama cada dos por tres para pedir que manden dinero.
- Pero aquí no pueden trabajar hasta la mayoría de edad... Esa es la raíz del conflicto.
- ¿Y cómo aceptan esa realidad? Cuando están en Marruecos, ven en los medios de comunicación que aquí se vive muy bien, que hay trabajo. Otra cosa es la realidad que encuentran aquí, que no responde a sus perspectivas y aspiraciones, y que es chocante con su proceso migratorio. Eso les dificulta a veces el sometimiento a las normas, porque es una realidad que les frena y les obliga a seguir un proceso educativo y de inserción largo para sus aspiraciones. Tienen que lograr el permiso de residencia y de trabajo, formarse en talleres ocupacionales...
- ¿Ven interesante formarse? La mayoría sí. Pero muchos vienen con un proyecto migratorio ya hecho, a trabajar y conseguir papeles, y cuando encuentran que el camino es duro y que el proceso es largo algunos se tuercen. Llegan aquí, entran en un centro de acogida y al día siguiente sus familias ya les piden que manden dinero. Están sometidos a mucha presión.
- El centro de acogida de urgencia de Tolosa ha sido escenario de motines protagonizados por los menores. ¿Qué ha ocurrido allí? Ha habido situaciones difíciles. Se ha hablado mucho y se ha manejado mucha información errónea que no se ajusta a la realidad. Prefiero no entrar en detalles. En lo que se refiere a la convivencia dentro y fuera del centro de Tolosa, ha habido iniciativas de sensibilización, pero creo que aún queda mucho por hacer.
- De los que llegan a Gipuzkoa, ¿es cierto que algunos tienen un pasado delictivo y de consumo de estupefacientes en Marruecos? Son la minoría. Algunos emigran del Sur de Marruecos al norte, a la zona de Tánger. Allí viven en la calle hasta que cruzan el estrecho. Los que aquí consumen disolvente, ya traen el hábito de Marruecos. Eso sí, hay que decir que muchos chavales aquí se tratan y dejan el hábito. Cuando encuentran un ambiente favorable y acogedor funcionan superbien. Los que delinquen son una minoría, pero crean mala imagen del resto.
La barrera del idioma
- Entre los problemas que los menores se encuentran aquí, ¿el idioma es una barrera? Sí, para algunos sí, junto con el rechazo que notan. Algunos chavales que funcionan bien al final se frustran por el rechazo de la gente. Cuando el día de mañana los menores terminen el proceso de formación y estén en la fase de emancipación de la tutela foral van a encontrar muchos problemas a la hora de encontrar una vivienda de alquiler o de encontrar trabajo por ese rechazo.
- ¿Le ha tocado hablar con los familiares de los menores? Sí. Les explico la realidad que hay en Gipuzkoa, que su hijo está bajo un régimen de tutela foral y que si están interesados en que el chaval les ayude mandando dinero tienen que esperar hasta que termine su formación en el taller y trabaje. Les explico además que no pueden enviar la paga semanal que tienen en el centro de acogida, que es para ellos, para sus gastos. Hay muchos chavales que están superintegrados y tienen amigos autóctonos, van al cine...
- ¿Las familias lo entienden? No todas. Para algunas familias, la única esperanza es ese chaval, que les va a mandar dinero. Hay veces que los menores no cuentan a sus familias toda la realidad y les dicen que están trabajando. Pero el taller ocupacional no es trabajo. Allí se preparan para entrar en el mercado laboral, algo muy diferente. Eso es lo que intento explicar a los familiares.
- Una vez que la familia entiende la situación del menor, ¿todo es más fácil? Es un apoyo más. La familia influye mucho en el proceso educativo del menor. Cuando le apoyan en lo que está haciendo y le dicen que no tenga prisa por mandar dinero, le quitan una presión al chaval importante. Es un menor y tiene que pensar como tal y no llegar a un grado de madurez superior a su edad. Un menor no puede llevar la responsabilidad de toda una familia.
- ¿Si no se quitan esa presión familiar? El chaval pasa todo el día agobiado, no se concentra...- ¿Y eso le puede llevar a la delincuencia? - Eso es. Los padres se enfadan muchísimo con ellos cuando se enteran que sus hijos han delinquido o consumen disolvente. Me dejan sordo de los gritos que dan por teléfono cuando se lo cuento.
- ¿Qué otros problemas tienen? Conseguir el permiso de residencia es difícil, por el tiempo que pasa. Tarda unos nueves meses. Para eso hay que pedir certificados en Marruecos. Y ése es otro problema. Los familiares pobres no pueden conseguir esos papeles y las traducciones al castellano tardan mucho tiempo y les cuesta mucho dinero, unos 300 euros, teniendo en cuenta que un sueldo normal es de 180 euros al mes. Eso se relaciona con la presión a la que están sometidos los chavales. Los padres harán lo posible para sacar los papeles, pero si no tienen dinero...
- ¿La mayoría se integra tras pasar por un centro de acogida? Sí. Muchos trabajan en albañilería, en pladur, de soldadores... Han funcionando superbien y esa parte de la realidad queda siempre oculta.
«Las cosas importantes las dicen en árabe»
- ¿Es difícil ganarse a estos chavales? Al principio sí, porque vienen desconfiados.
- ¿El hecho de que usted sea marroquí le ayuda para acercarse a ellos? No ocurre con todos, pero en general sí. Quizás conmigo existe más feeling que con el resto de educadores.
- ¿Cuál es su labor con los menores extranjeros? Mi labor principal es la de educador social. De forma extraoficial hago de mediador intercultural. De momento es un proyecto. Para trabajar de mediador sería necesaria una figura que el menor entendiera como diferente del educador, del vigilante, director del centro, que tuviera más cercanía... Se ocuparía de contactar con los familiares de origen, de orientarles un poco. La labor del mediador sería también la de realizar un perfil de cada chaval, saber de qué zona de Marruecos viene, qué familia tiene detrás...
- ¿En qué idioma habla con los menores? Hablo francés y árabe, pero procuro comunicarme con ellos en castellano, para que mejoren el idioma.
- ¿Y ellos le hablan en castellano? Lo intentan. Les digo que hablen en castellano para practicar un poco el idioma.
- ¿Y las cosas importantes? Me las dicen en árabe, aunque procuro que todo sea en castellano. Si no saben, les digo cómo se dice y ya está.
- ¿Ponen interés en aprender castellano? Por su puesto. Lo primero que aprenden es el idioma. Lo piden.
- ¿Y usted, dónde lo aprendió? Estudié Educación social y Económicas en Marruecos. Luego vine a España.

No hay comentarios: