12/10/07

"Algunos prefieren dormir en la calle"

Diario de noticias de Gipuzkoa, 2007-09-30
NO se encuentran a gusto en la casa. Tampoco se sienten tranquilos allí. Esa es la principal conclusión a la que se llega después de hablar con los chavales alojados en el Centro de Acogida Urgente de Menores de Tolosa. “La casa es muy vieja y está sucia. Algunas ventanas están cerradas con chapas. Y no hay camas para todos”. Este periódico ha podido conocer de primera mano el testimonio de una decena de jóvenes acogidos en la casa Sevendenea, que denuncian las condiciones en las que viven allí. Su testimonio constata el ambiente enrarecido y problemático que encierran las paredes de este polémico lugar.
El pasado miércoles fueron los trabajadores del centro quienes definieron como “insostenible” el ambiente que se respira en Sevendenea. Además de hablar del estado “decadente” de las instalaciones y la “falta de seguridad”, afirmaron que las instalaciones no están “preparadas” y que no existen recursos para acoger a la veintena de menores que se encuentran allí habitualmente. Sin olvidar los cotidianos “motines” que, según indican, tienen lugar en la casa. “Se está convirtiendo en una especie de centro de castigo”, concluyen los empleados. Cuando, en realidad, se trata de un lugar de acogida urgente.
La versión de los chavales inmigrantes que viven allí coincide en lo que se refiere a la decadencia del lugar. Sin embargo, se defienden de la acusación de estar armando bronca todo el día. “Sí, de vez en cuando hacemos trastadas”, confiesan. “Pero los guardias y los educadores no nos tratan bien”. Según relatan, los maltratos, la falta de respeto y las “visitas injustificadas” de los ertzainas a la casa son una realidad en el centro de menores de Tolosa.
menores acogidos
La mayoría, entre 16 y 18 años
“Hemos venido porque queremos trabajar. La vida en nuestro país (Marruecos) es difícil y queremos ayudar a nuestras familias”, comienza a narrar uno de los chavales. Hay quien apenas se defiende en castellano. Según comentan, entre los acogidos – donde la mayoría tiene entre 16 y 18 años – hay quien vivía en la calle en su lugar de origen. Ahora, conocen casos en los que un menor se ha ido del centro porque “no puede aguantar” y prefiere dormir “fuera de las casas de acogida”.
Y es que el panorama que describen los jóvenes inmigrantes no es demasiado halagüeño. En las habitaciones no hay armarios. Sólo literas. “Algunos duermen en colchones tirados en el suelo. Nuestra ropa la guardamos en bolsas”, indican. Si a eso se le añade la ausencia de salón de estar, ya que “sólo hay habitaciones”, al “aburrimiento” es seguro. “Pasamos el rato sentados en las escaleras de entrada”, explica uno.
Muchos afrontan esta situación más de los tres meses que, en teoría, un joven debe pasar en un centro de acogida urgente. “Algunos llevan más de un año allí”, agregan. En estos momentos se encuentran en el ramadán. Aseguran que el centro respeta las costumbres que procuran cumplir durante esta época. A las 5.00 horas se despiertan a desayunar.
La relación con el personal de seguridad – en los últimos días hay permanentemente cuatro guardas en la casa – , por su parte, es muy conflictiva. Mientras los trabajadores acusan a los chavales “de no respetar las normas” y proferir “insultos, vejaciones y amenazas”, los menores acogidos hablan de que el personal siempre está “nervioso”. “A veces nos dicen que no hablemos en nuestro idioma. Nos riñen por hacer bromas y nos provocan. Incluso han llegado a golpearnos sin razón”, relatan. Tampoco les gusta el control al que les somenten – cada vez que entran son cacheados – .
talleres profesionales “Nos dicen que no hay plazas”
Con los educadores tampoco hay buen feeling. “No nos hacen caso cuando les pedimos algo. Muchas veces tienen trabajo y nos ignoran. Si necesitamos comprar pantalones, por ejemplo, no nos dan nada”, apunta. También se quejan de que se niegan a llevarles al médico si se encuentran “enfermos” y a ayudarles “a poner denuncias cuando los vigilantes nos hacen algo”.
En cuanto a los talleres profesionales – calderería, carpintería, electricidad, etc. – a los que están obligados a acudir mientras estén en el centro, los menores acogidos explican que muchas veces les obligan a ir cuando no aprenden lo que quieren. “Nos dicen que no hay plazas en aquello que nos gusta”, agregan.
Algunos de ellos confiesan consumir disolvente, aunque aseguran que antes de llegar aquí no lo hacían. “Es para olvidar. Con estos problemas y viviendo en esa casa cualquiera lo haría”, se excusan. También niegan que existan amenazas entre ellos y se despiden con la sonrisa típica de un chaval que está en plena pubertad.

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