5/10/06

"Mamá, te voy a matar"


Su madre conduce el coche. Él va detrás. En un impulso de rabia, se abalanza sobre ella y la empuja. Una rápida maniobra impide que acaben empotrados contra un muro. La mujer puede controlar el turismo, pero es lo único sobre lo que ya tiene dominio. La relación con su hijo de seis años está rota. Hace tiempo que él la ha amenazado de muerte. "Te voy a matar", le ha advertido. Todos los días recibe los más crueles insultos de ese desalmado tirano. La insostenible situación le ha arrastrado a los psicólogos. Se está volviendo loca.
La abuela del pequeño solicita ayuda a través del Teléfono del Niño de la Fundación Prodeni. Su nieto ha sido tratado en un centro clínico de prestigio y ahora forma parte del programa de Salud Mental Infantil, pero el comportamiento agresivo de la criatura continua y cada vez se manifiesta con mayor virulencia. Está desesperada. Los responsables de la institución hicieron lo posible por asesorarla. No es la primera vez que escuchan un caso tan dramático. Saben que al otro lado del teléfono se agazapan miles de tragedias.
Huelva. Una chica de 22 años llama para explicar que sus hermanos adolescentes de 13 y 15 años someten a sus progenitores a todo tipo de agresiones. "Son muy violentos. Fueron expulsados del instituto por problemas de conducta y ya han golpeado a mis padres en más de una ocasión. Ellos no se pueden defender porque mis hermanos tienen mucha fuerza", resume la joven. Junto a ella, se intuye el llanto desconsolado de la madre. "Ni siquiera puede hablar. Necesita tratamiento psicológico", añade la hija con un nudo en la garganta.
Las líneas de atención de Prodeni nunca dejan de sonar. De nuevo se dibuja un relato lacerante, esta vez en boca de la hija mayor de la familia. Dice que la benjamina, de 16 años, se ensaña con su madre de forma abominable desde que entró en la adolescencia. "El otro día llegó a blandir un cuchillo. Llamamos a la Policía y uno de los agentes se lo quitó. Se puso histérica. No dejaba de chillar". Los responsables de la asociación preguntan si han acudido al médico con la chica. Muchos casos de violencia intrafamiliar surgen como resultado de diversas patologías orgánicas. El colectivo acierta en su sospecha. Tras un severo examen, los especialistas descubren que la joven padece brotes de esquizofrenia.
Finalizado un caso, brotan cientos. En el País Vasco, en Madrid, en Andalucía... La desesperación viaje deprisa a pesar de arrastrar un sádico equipaje. Esta vez la tragedia se ceba sobre una mujer divorciada con una hija de 14 años, que presenta una patología social de rechazo absoluto hacia su progenitora. Se rebela continuamente, con salvajes afrentas y actitudes amenazantes. Y eso a pesar de que nada le falta a la adolescente; su progenitora, licenciada en Derecho, ostenta un privilegiado puesto en la Administración.
Ha recorrido todas las instancias en busca de ayuda, sin éxito. Los servicios sociales promueven una terapia que no funciona por el rechazo de la hija a involucrarse con seriedad. La madre ya no puede hacerse cargo de la niña; la situación es tan desequilibrante que se ha sumido en una profunda depresión, lo que le ha obligado a pedir la baja laboral. Por eso solicita al Gobierno de su comunidad autónoma que atienda a la cría. La institución se niega, al argumentar que sólo puede intervenir cuando un menor sufre una situación de maltrato o abandono familiar.
Acude a la Fiscalía del Menor, que en primera instancia no toma cartas en el asunto porque la madre, en vez de denunciar a su hija por comisión de delito, pide que la atiendan fuera del hogar. Prodeni le anima a adoptar la medida más extrema. Ella se debate entre la culpabilidad y el enojo. Su ansiedad araña ya las nubes. No puede dormir. Tras nuevas agresiones, la mujer acaba ingresada en una clínica psiquiátrica, donde recibe un tratamiento de choque y una cura de sueño.
Entonces la Fiscalía del Menor decide internar a la hija en un centro de acogimiento de la comunidad autónoma. Allí permanece cuando la mujer regresa a casa. Pero la pesadilla continua. La Administración no ha aceptado de buen grado la orden judicial y considera inadecuada la estancia de la joven en ese lugar. Además, en la distancia la adolescente perturba la ficticia paz de su madre. Sale del internado cuando quiere y a veces duerme en la calle. El abandono institucional hunde a la madre aún más. Cuando por fin se extinga ese infierno, creerá que todavía queda un rescoldo que lo avive.

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