Maltrato sistematico a los menores en los centros de la Fundación O´Belen

Los llamados Centros Terapéuticos de menores son centros especializados en la atención a menores de 12 a 18 años aproximadamente que presentan un trastorno de conducta. Están incluidos en la red del sistema de protección de menores de las distintas comunidades autónomas. Con un régimen de internamiento semiabierto, en estos Centros un equipo multidisciplinar de profesionales de distintos ámbitos de lo social y relacionados con la educación velan por el bienestar del menor y por su futuro, paliando sus carencias afectivas y ofreciendo un entorno estable y ajustado a las necesidades del menor con el fin de lograr la recuperación psicosocial de éste, favoreciendo su crecimiento adecuado y lograr así su plena integración social. Hasta aquí la versión oficial, pero por desgracia esto solo es así en los papeles.
En la práctica, la situación es muy distinta. Para empezar, muchos de los educadores e incluso de los miembros del equipo directivo no han pisado nunca la universidad, careciendo de la mínima formación necesaria para desarrollar la labor que se les ha encomendado. Los menores, que son internados contra su voluntad en régimen semiabierto (que nosotros preferimos llamar ‘semicerrado’), sufren un régimen netamente carcelario. La normativa interna es la misma que la de los centros de reforma, incluyendo penas de aislamiento de hasta siete días, eufemísticamente llamadas “separación de grupo”.
Sus derechos son pisoteados constantemente. Estos menores deben ganarse el derecho de asistir al instituto, “privilegio” que en cualquier momento puede ser retirado por decisión del director del Centro (por supuesto, ningún profesor ni orientador acude al Centro para impartir clases a los “no privilegiados”, que no reciben ningún tipo de formación reglada).
Tampoco existe la intimidad; la correspondencia es abierta y leída por el equipo educativo y cuando se estima oportuno no se le entrega al menor, y las llamadas telefónicas son supervisadas y pueden ser interrumpidas por el educador. Los permisos y las visitas, además de estar muy restringidas, pueden ser canceladas a voluntad de dirección.
Se realizan registros con desnudo integral, generalmente como forma añadida de castigar y humillar al menor (a veces son obligados a hacer flexiones o a saltar en cuclillas mientras están desnudos, ocasionalmente en presencia de otros menores además del personal del Centro, que en ocasiones no es del mismo sexo que el menor).
El castigo físico está a la orden del día, por ejemplo obligando a los menores a realizar ejercicio físico hasta la extenuación. Otros castigos vejatorios se esconden bajo las llamadas “medidas educativas creativas”, que consisten en las ocurrencias del educador de turno (por ejemplo atar la mano de un menor a la de otro para que “aprendan a convivir”). Los castigos colectivos son igualmente algo cotidiano.
Las agresiones físicas también están presentes, justificadas en la “contención física” (obviamente, ningún médico revisa a los niños tras estos violentos episodios). La coacción, las amenazas, los gritos, los insultos y demás agresiones verbales son recursos “educativos” utilizados diariamente.
En muchos de estos Centros se abusa constantemente de psicofármacos, especialmente tranquilizantes, siendo una medicación forzosa a la que no pueden negarse los menores. Incluso en ciertos Centros los educadores disuelven tranquilizantes en la comida, sin supervisión ni prescripción médica alguna y sin informar de ello a los menores, para que “no molesten”. La medicación psiquiátrica también se utiliza como forma de castigo o como medida de coacción.
A todo esto, hay que añadir unas deficiencias materiales muy graves, como falta de agua caliente y calefacción durante largos periodos, mobiliario insuficiente y en mal estado, malos olores constantes y falta de ventilación, una deficiente alimentación tanto en calidad como en cantidad, etc. (no olvidemos que el fin último y no declarado de las “asociaciones” que gestionan estos centros no es otro que el lucro económico).
Toda esta enfermiza situación se ve agravada ante la corta edad de algunos menores, ya que en los Centros terapéuticos se está empezando a internar incluso a niños de menos de 10 años. Los menores que terminan en este infierno proceden, en su mayoría, de la marginación y la exclusión social. Pero, en cualquier caso, todos presentan una historia de vida muy similar: abandono afectivo, negligencias continuas y malos tratos físicos y psicológicos en el ámbito familiar. Así pues, estos niños maltratados desde la cuna, no reciben del sistema de protección de menores más que su institucionalización, la privación de libertad y más malos tratos.
Desgraciadamente, este tipo de Centros están proliferando cada vez más en los últimos años, siendo ya varias las supuestas ONGs que los gestionan, aunque la abanderada de este tipo de “intervención social” sigue siendo la Fundación Internacional O´Belen, con su presidente Emilio Pinto Rodríguez a la cabeza. Algunos de sus centros son “Casa Joven Juan Carlos I” (Azuqueca de Henares), “La Jarosa” (Madrid), “El Picón” (Paracuellos del Jarama) y “Nuestra Señora de La Paz” (Cuenca).
¿QUÉ PRETENDEMOS?
Ante esta dramática y desconocida situación, un grupo de personas nos hemos juntado para denunciarlo. Algunos trabajamos con menores, otros somos chavales que sufrimos o hemos sufrido los centros y el resto somos gente solidaria que no quiere permitir que sigan los malos tratos. Exigimos, tanto en los Centros Terapéuticos como en los Centros de Reforma, lo siguiente:
• NO A LAS PENAS DE AISLAMIENTO. Debido a su nulo valor pedagógico y a que suponen un riesgo para la integridad física y psicológica del menor, estamos convencidos de que no es sino una forma de tortura. De hecho, las penas de aislamiento en menores de edad están tajantemente prohibidas por Naciones Unidas desde 1990.